Wednesday, April 26, 2006

De mi escenario añoro desde el telón hasta el aplauso. Lo mecánicamente aprendido, el error, la improvisación, las inesperadas reacciones del la audiencia invisible. Temo a los sorprendentes beneficios de la rutina diaria. Al sometimiento, a la casualidad.

Diligencio permisos para conducir, hipotecas y la reparación del automovil, paso el día haciendo filas que no conducen a nada. Almuerzo en un restaurante jamaiquino, regreso a la oficina y trabajo en presupuestos elásticos que se estiran atrapandome con sus redes infalibles. Escapo, salgo a la calle, fumo. Regreso a la casa vacia, a podrime en mi soledad aguda. Afuera llueve, ni una gota de este aguacero me pertenece, me escudo en la guitarra prestada y hago un ruido melancólico. Estoy sólo. La noche pasara lentamente y mi soledad me atravezera una y otra vez. Empezare a desaparecer de una vez por todas.

Mañana regreso al trabajo, al espacio donde existo sin miedo, sin rencor, con odios y dolores de cabeza y resentimientos justificados

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